El análisis histológico del hueso es el único que proporciona información diagnóstica fiable, permite conocer el detalle de las alteraciones estructurales del esqueleto y además, es el patrón oro para validar otros métodos histológicos no invasivos. Su valor diagnóstico es incuestionable, pero su carácter invasivo limita su aplicación. Hasta 1960 las biopsias se procesaban decalcificándolas previamente, por lo que era imposible diferenciar el osteoide del hueso mineralizado. La introducción de técnicas de procesado sin decalcificar y el uso de tinciones diferenciadoras de hueso mineralizado y no mineralizado supusieron un gran avance permitiendo diferenciar por primera vez hueso mineralizado y no mineralizado.